Sí, en el buen sentido de la palabra un hombre bueno, pero también don Antonio Machado echó en su juventud más de una cana al aire. Y es que como bien dijo Antonio Machado: «El hombre, para ser hombre,/necesita haber vivido,/haber dormido en la calle,/y, a veces, no haber comido». Así fue, durante una gran parte de su juventud. No le faltaban antecedentes familiares, pues su tío abuelo por parte materna de Machado, Luis María Durán, propietario de los afamados toros Durán, fue el creador de la conocidísima Feria de Abril. Incluso el mismo Machado firmará algunas de sus crónicas desde París como ‘Marqués de Montevelo‘ en recuerdo de uno de sus bohemios antepasados, el marqués de Montebelo.
La confirmación de la tendencia crápula se concretará en la afición teatral de los hermanos Machado. Recitan versos a la manera de los actores de la época, Vico y Calvo, e intentarán crear su propia compañía juvenil de comediantes. En este primer grupo formado por los Machado se encuentran los hijos de Calvo y se agregará también Antonio Zayas. Se sentirán insobornables derrocadores de los figurones encumbrados, entumecidos de reúma y amaneramiento. Las sesiones, casi solemnes, sirven para comentar los clásicos y las nuevas lecturas.
En el 75 aniversario de la muerte en el exilio republicano del poeta recordamos su época bohemia anterior a sus ‘Soledades’
En 1893 muere Antonio Machado y Álvarez, padre de los escritores, lo que los dejará en una precaria situación económica. Comienzan las colaboraciones en revistas como ‘La Caricatura‘, revista fundada por Enrique Paradas, donde Antonio publicará el artículo ‘Palabras y plumas. Los bohemios‘. Cuando Antonio cuenta dieciocho años, la participación de los hermanos en la vida artística del Madrid de la época se intensifica de manera notable. Son asiduos de las reuniones que Victoria Minelli, famosa ex bailarina y viuda de un mejicano adinerado, celebra en su casa, convertida en centro de joviales encuentros. Otros días acuden al frontón Jai Alai y empiezan a frecuentar los cafés flamencos; se enrolan en la bohemia literaria ambos hermanos y acuden a las tertulias de los cafés. Las mañanas, las dedicarán a estudiar en la Biblioteca Nacional. No es extraño que Antonio Machado dijera en 1913: «He asistido durante veinte años, casi diariamente a la Biblioteca Nacional».
La muerte del abuelo, Antonio Machado Núñez, ‘el médico del gabán blanco’, viene a pegar un nuevo bajón en la economía familiar. Se deberán trasladar a un piso más modesto. El ex ministro de Fomento Eduardo Benot, amigo del abuelo fallecido, les ofrece colaborar en la confección de un ‘Diccionario de ideas afines‘. Un año se dedicarán a esta tarea, mientras en la tertulia del ex gobernante conocen a personajes como Nicolás Estévanez y Pi i Margall. En esos momentos de penuria económica, Manuel se ha aficionado tanto a la bohemia que no hace otra cosa que caer rendido a los encantos femeninos; las matriarcas familiares resuelven poner punto final a un tipo de vida tan estéril, y lo envían a Sevilla, bajo la tutela del tío Rafael, para que Manuel estudie una carrera universitaria.
El Madrid teatral junto al París de los cabarets de Montmatre y de un exiliado Oscar Wilde o de un laureado Rubén Darío fueron los escenarios juveniles de los Machado
En su ingreso universitario, poeta y con obra publicada, suspende la asignatura de Literatura general española. Lo más sangrante no será el suspenso, sino la letrilla que le dedican su hermano Antonio y Ricardo Calvo. Antonio, se ha quedado en Madrid donde intentará hacerse un hueco en el teatro, pero no está dispuesto a aceptar cualquier cosa. De este modo y ante los condicionantes estéticos del joven actor hará los murmullos propios entre bastidores en ‘La calumnia por castigo‘. En 1897 Manuel regresa a Madrid ya licenciado en Filosofía y Letras. Antonio ya se ha desengañado de los escenarios en los que el papel más largo que había conseguido había sido el de asirio en una obra de Calderón con un texto de nueve palabras.La guerra del 98 dinamita aún más la situación económica de los Machado. En ese momento, la editorial parisina Garnier precisa de traductores para sus textos con destino a a América Latina. Deciden marcharse a París. Será la etapa de las grandes relaciones de los Machado, quienes conocerán a Oscar Wilde, Jean Moreás, Pío Baroja y Rubén Darío, entre otros muchos. Los Machado se instalarán en el Hotel Médicis, en pleno cogollo del Barrio Latino, en el mismo lugar en el que se alojara Verlaine.
El trabajo, aunque no excesivamente bien remunerado, parece seguro y la ciudad ofrece tantas oportunidades que el salario puede ser lo de menos. Los días transcurren frecuentando tertulias y conociendo a nuevos personajes; persiguen los cafés en los que saben que hay voces reconocibles; hacen estaciones de ruidosa penitencia de barrio en barrio en busca de una charla jocosa o de una canción emotiva; los cabarets de Montmatre no son ningún secreto para ellos. Antonio Machado compartirá mesa y mantel con Pío Baroja en los restaurantes baratos adaptados a sus bolsillos. Oscar Wilde está en sus horas más bajas y los hermanos, que lo saben, se sienten impulsados a confiarle su admiración y su compañía, van al bar Calisaya donde encontrarán al autor irlandés.
Machado, en esta etapa de crápula parisino y tras regresar a España, logró un suspenso en Literatura
En otoño, Antonio decide volver a Madrid, donde entra como voluntario en la compañía María Guerrero, pero nuevamente con nulo éxito. Entablará nuevas amistades literarias, entre las que se encontrarán Valle-Inclán, Azorín, Villaespesa y Benavente. Todos ellos mostrarán su admiración por Darío. Estalla el modernismo en tertulias y colaboraciones literarias. Los Machado frecuentarán el domicilio de Villaespesa y los cafés, en los que pasarán numerosas madrugadas. El domicilio familiar de los sevillanos, en la calle Fuencarral, se convierte en centro de la difusión de la nueva estética con la creación de la Academia de Poesía, en la que se podía encontrar a Antonio afeitándose ante un espejito sujeto a la pared mientras los poetas pululaban a su alrededor recitando sus versos.
En 1902 intentan otra vez la aventura parisina al conseguir Antonio el cargo de canciller del consulado de Guatemala en París, que desempeñará interinamente para sustituir a su amigo Gómez Carrillo. En este segundo viaje conoce a Rubén Darío. Pero la estancia será breve, ya que tuvo una agria discusión con Gómez Carrillo, que lo echó bruscamente de la oficina a causa de su desastrosa indumentaria. La desesperación de Antonio fue tal que decidió emborracharse. A su vuelta de París conoce a Juan Ramón y es cuando publica ‘Soledades‘ (1903). Machado se encuentra en Granada invitado por Valle-Inclán al estreno de su traducción de la obra de Musset ‘Andrea del Sarto‘. Poco a poco Antonio Machado rechaza cualquier exceso subjetivista y en 1905, a los treinta años sin oficio ni beneficio, decide abandonar la vida bohemia y se plantea seriamente las pretensiones del arte por el arte. La muerte de su abuela, en 1904, le hace madurar y le alejará de aquella vida fatua.
BIBLIOGRAFÍA
Título: ‘Andalucía y la bohemia literaria’. Autores: Concepción Argente del Castillo, Antonio Cruz Casado, Manuel Galeote, Emilio J. García-Wiedemann y Claire-Nicolle Robin. Prólogo de Lily Litvak y edición de Manuel Galeote. Editorial: Arguval.
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