15
octubre

Los ‘versos al aire libre’ de Guillén

De izda. a dcha.: José G. Ladrón de Guevara, Trina Mercader, Elena Martín Vivaldi, Mª de los Reyes, Julio Alfredo y Rafael Guillén.

De izda. a dcha.: José G. Ladrón de Guevara, Trina Mercader, Elena Martín Vivaldi, Mª de los Reyes, Julio Alfredo y Rafael Guillén.

La inmediata posguerra poética granadina estuvo ensombrecida por el gris del miedo y el silencio. Solo algunas voces legitimadas por el régimen franquista, como la del joven Luis Rosales, se dejaban escuchar no sin un atisbo de advertencia y sospecha.

El asesinato del poeta amilanó durante unos cuantos años cualquier intento interior de alzar la voz en la poesía granadina. Elena Martín Vivaldi, una poeta a medio camino entre el 27 y la posguerra más incipiente, todavía no había salido con sus versos a la calle.

Esta sequía intelectual solo fue paliada a comienzos de los años cincuenta, en 1953 por el grupo llamado Versos al Aire Libre. Fue la primera manifestación del resurgimiento de la poesía en Granada, cuyo lema procedía de Ganivet: «La poesía nueva debe hacerse al aire libre».

El poeta Rafael Guillén, premio Lorca de Poesía.El grupo se destapó a la vida pública de una ciudad en la que ser poeta resultaba ser algo inconveniente, cuando no arriesgado, social y políticamente. «Para la mayoría de la ciudadanía ser poeta equivalía a ser comunista o ser homosexual», señala el poeta Rafael Guillén, uno de los fundadores del grupo, cuyo núcleo estaba formado por José Carlos Gallardo, Miguel Ruiz del Castillo, Julio Alfredo Egea, José García Ladrón de Guevara, el padre Gutiérrez Padia, Antonio Llamas Orihuela, Antonio Moreno Martín, Eusebio Moreno de los Ríos, Eduardo Roca Roca, Pepe López Fernández, Marcelino Guerrero y el trágicamente desaparecido Antonio García Sierra… También se encontraban las poetas Elena Martín Vivaldi, Pilar Espín, Juana Nieves Serrano, Teresa Camero y Mary Cervera.

 
No sólo asistían a los actos y reuniones semanales poetas más o menos en ciernes, sino narradores –Fernández Castro, Víctor López Ruiz-, periodistas –Corral Maurell, Ruiz Molinero-, pintores –Izquierdo, Revelles, Moscoso, Nono Carrillo, Moleón, Lozano, Juan Manuel Burgos, Santaella, Sánchez Muros, Marisa Navarro, Cristina A. Morcillo, Fernando Belda, Ysmer, Soriano Quirós, Horacio Capilla, Villar Yebra-, escultores –Martínez Olalla, Martínez Puertas, López Burgos, Azaustre, Olmedo, Moreno– y el fotógrafo Guerri.

“Para la mayoría de la cuidadanía ser poeta equivalía a ser comunista o ser homosexual”, rememora Rafael Guillén

El grupo contaba con el apoyo y la simpatía de los catedráticos Emilio Orozco y Antonio Gallego Morell, y disponían de las páginas del desaparecido diario ‘Patria’ con la incondicional entrega de José María Bugella y de Eduardo Molina Fajardo, así como las de Ideal, con José Corral.

Las reuniones comenzaron en el Carmen de las Tres Estrellas, propiedad de la familia de Ladrón de Guevara. La lectura y comentarios de poemas iba siempre acompañada de limonada, sangría o simple vino tinto con los típicos jayuyos y alguna que otra tapa. La granadina Casa de América era el ‘cuartel de invierno’ de Versos al Aire Libre. Guillén recuerda la asistencia una vez de la poetisa cubana Dulce María Loynaz.

Para cada reunión era obligado solicitar el correspondiente permiso del Gobierno Civil, quien destinaba un miembro de la policía, que debía estar presente durante el acto. Así describe Guillén aquellos controles: «Ni que decir tiene que a todas asistía siempre un señor, bastante mayor que nosotros, que se colocaba discretamente en un rincón y que todos sabíamos que era el policía que, para la debida vigilancia y posterior informe, nos tenía asignado el gobernador civil. Era un señor bajito, calvo, que lo pasaba muy mal, pues no podía disimular su condición. Pasado un tiempo, lo invitamos a que se sentase con nosotros y compartiese nuestra charla, lo que hizo de mil amores. El hombre escuchaba y callaba y no se atrevía, en un principio, a tomar parte en nuestras disquisiciones. Pero, claro, tres años son tres años. Un día, ya a punto de disolverse el grupo, nos enteramos perplejos del nombre del ganador del certamen poético convocado por el Liceo. Era nuestro policía. Se llamaba Guerrero Milla».

«Fue la de Versos al Aire Libre una muerte natural. Al margen de la literatura, sus más activos componentes iban alcanzando la edad en que había que mirar el porvenir cara a cara, y así, uno tras o otro, se vio arrastrado por su destino», narra Guillén. A todo aquello se añadía la apatía de una ciudad en la que si se dejaban tres libros de poesía en una librería se corría el peligro no solo de no haber vendido ni un ejemplar sino encontrarse con cuatro, con uno más que había sido devuelto por error, como muchas veces ha comentado a modo de anécdota José Garcia Ladrón de Guevara.

Al valor poético de la obra de Guillén también se le añade con este premio Lorca el reconocimiento a la resistencia en la poesía, a una labor que empezó en unos tiempos malos para la lírica.

Comentarios en este artículo

  1. He oído contar a Guillén que también se reunían en la casa de Paco Izquierdo o en la suya, en unos sótanos donde los pintores decoraron las bóvedas formando una extraña capilla sixtina llena de humor. Todo eso en las casas casi contiguas que Guillén e Izquierdo tenían en la albayzinera calle Carro, lo que dio origen a la serie Cuadernos del Carro de san Pedro.
    En la casa de Izquierdo también se originó la gestación de la Academia de las Buenas Letras, de lo que da testimonio una placa.

    AG

    Alberto Granados

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